Hoy, era un día normal en la imprenta. Como cada mañana, la máquina de impresión tronaba con el continuo succionar de pliegos de papel y su tinta. La sección de manipulado tenía todas sus máquina a toda marcha. Todo era "para ayer".
En el departamento de Preimpresión estábamos algo flojos de trabajo. La semana pasada todo fue un poco estresante para nosotros hasta el punto de no poder ir a comer a casa y hacer que nuestra oficina se convirtiese en una morada en la que trabajar, comer y descansar. Pero ya habíamos sacado todo adelante y ahora esperábamos la entrada de un par de pedidos que sin duda nos tendrían agobiados otros tantos días.
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Imagen de ©stux en Pixabay |
Esta solía ser la oportunidad de hacer limpieza del departamento, ordenar papeles, materiales, muestras, armarios...
A mi me gustaban estos momentos que nos sacaban de la rutina y del agobio de las prisas. Solía aprovechar para abrir el misterioso armario que contenía objetos antiguos de imprenta y libros impresos hace muchos años, cuando todavía era una imprenta de tipos móviles.
Cuando mi compañero se marchó, cogí del cajón la llave que abría el armario. A él no le gustaba curiosear qué había allí, así que siempre que se lo sugería bajaba al taller a tomar un café a la máquina.
Con sumo cuidado de no rallar la cerradura, le di las dos vueltas que necesitaba y abrí las puertas de par en par. Esta vez me dirigí al segundo estante y allí había varios cuadernos Rubio. ¿Te acuerdas? Estos eran de los años 60.
Me puse unos guantes de algodón para no estropearlos y los saqué del armario para mirar sus páginas. En uno de ellos encontré varios modelos de tarjetas de visita de aquellos años.
Cuando me cansé de sonreír recordando viejos tiempos, me dispuse a devolver los cuadernos y sus tarjetas a su sitio y al agacharme para meterlo en ese segundo estante pude observar que en el interior de la parte trasera había unos agujeros.
Estos agujeros quedaban tapados por la cantidad de trastos que había allí dentro, pero estaban. Dos agujeros redondos. Vacié el estante y metí el cuerpo dentro del armario. La situación era algo comprometida y agradecí mucho que mi compañero de trabajo no hubiera vuelto de su café.
A duras penas cogí postura y acerqué los ojos a los agujeros para ver qué se podría ver desde ellos. ¡Se veía el vestuario de las mujeres! Casualmente en aquel momento se estaba cambiando la jefa y de la sorpresa de lo descubierto me di un coscorrón con el estante superior que hizo bastante ruido. Creo que la jefa oyó el estruendo y yo me dispuse a salir rápidamente del armario, guardar todo como estaba antes, cerrar con la llave, devolver la llave al cajón y bajar rápidamente a tomar un café con mi compañero, al cual por supuesto no conté nada de nada.
¿Quién habría hecho aquellos agujeros y cuando?
El café estaba muy rico 😃
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Este es un reto de escritura propuesto por Paola en su blog. Es un atrevimiento por mi parte, lo se, pero espero que le guste.
Las palabras a utilizar son: rallar, agujeros, rubio, morada y tarjetas.
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Tengo otros blogs, si te apetece visitarme son estos que te pongo más abajo
Dichos, Sonrisas y tú
Historias de Jacinta
Hasta pronto. ¡Abrazo grande!!
<<La frustración NO te ayuda a resolver los problemas.
El tomar decisiones y ponerlas en marcha, SI>>
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Hola Amaia, muy bien narrado y con las palabras bien utilizadas. Me he quedado con ganas de más, de saber por ejemplo quién hizo esos agujeros...
ResponderEliminarBuen relato. Un abrazo. ☺️
Ja ja ja. A mí también me han creado curiosidad estos agujeros, tendré que investigar en la empresa a ver... ;-)
EliminarMuy buen relato, Amaia.
ResponderEliminarDescartamos al compañero como autor de los agujeros, así que tendrás que continuar el relato para satisfacer nuestra curiosidad, jajaja!
Besitos.
Ja ja ja. Tendré que investigar un poco a ver si el compañero mira para descartarlo ;-)
EliminarQue entretenido y que tensión en tan pocas palabras. Muy bueno. Un saludo desde ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.
ResponderEliminarMe alegra verte por aquí. Muchas gracias por tus palabras. Abrazo grande
EliminarUna jefa que se cambia en el vestuario de las esclavas es una buena jefa.
ResponderEliminarSi la empresa es pequeña, la jefa suele hacer de todo, je je je
EliminarMe quedo expectante. El "para qué" parece bastante claro, nos falta el "cuándo" y el "quién"... aunque quizás lo último se pueda suponer 😉
ResponderEliminarJa ja ja, ahí quedan las preguntas. Abrazo grande
EliminarEs como una parte del misterio que debe abordar, entiendo, el lector. Muy ameno, bien llevado. Seguro que gustó. Me encantó visitarte. Un abrazo.
ResponderEliminarQué ilusión que me hayas visitado. Abrazo grande
EliminarEs buenísimo, Amaia. Me has llevado a la infancia con los cuadernos de rubio y a revolver en los armarios viejos. Encontré algunas sorpresas, nunca como la tuya. Yo creo que tu compañero conoce los ojos del armario, por eso se niega a fisgar cuando hay alguien que pueda verlo.
ResponderEliminarUn abrazo!
Ja ja ja, seguro que mi compañero lo sabe. ¡¡Ay pillin!!
EliminarTan tentador que resulta curiosear. Te quedo"redondo" amiga. Felicitaciones.
ResponderEliminar¡¡Gracias Oswaldo!! Seguimos. Abrazo grande
EliminarQué bueno, Amaia. Muchísimas gracias por participar en el reto, me ha encantado tu relato, ¡qué intriga! Jeje. Un abrazo.
ResponderEliminarJa ja ja. Me he divertido mucho. Muchas gracias a ti. Abrazo
EliminarUn relato de esos que enganchan, todo un reto bien logrado y muy curioso. Un abrazo
ResponderEliminar¡¡Cómo agradezco tus palabras!! Abrazo
EliminarMuy pero muy bueno, gracias Amaia, de esos relatos que te dejan al final con una gran sonrisa, además esa puntada del final la que "el café estaba muy rico", gracias, abrazo
ResponderEliminar¡¡Gracias!! Todo por una Sonrisa y si lo he conseguido... ¡¡Viva!!
EliminarGeneras una gran expectativa con tu narración. Te deja con buen sabor de boca y que sigas contándonos más...
ResponderEliminar¡Un abrazo gigante!
Muchas gracias por tus palabras Yolanda. Abrazo grande
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